La transición energética es un proceso complejo que implica un cambio fundamental en la forma en que producimos y consumimos energía. En la actualidad, gran parte de nuestra energía proviene de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural, cuya quema emite grandes cantidades de gases de efecto invernadero, contribuyendo así al cambio climático. Este modelo energético es insostenible a largo plazo debido a sus impactos ambientales, sociales y económicos negativos.
Por tanto, la transición hacia fuentes de energía renovable, como la solar, eólica, hidroeléctrica y biomasa, se ha convertido en una prioridad global. Estas fuentes de energía son limpias, abundantes y disponibles en todo el mundo, lo que las hace ideales para reemplazar gradualmente a los combustibles fósiles. Al reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, las energías renovables juegan un papel crucial en la lucha contra el cambio climático y sus devastadoras consecuencias.
Además de mitigar el cambio climático, la transición energética ofrece una serie de beneficios económicos, sociales y ambientales. En términos económicos, la inversión en energías renovables impulsa la innovación y la creación de empleo en sectores como la fabricación, la construcción y la ingeniería. Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), el sector de las energías renovables empleó a más de 11 millones de personas en 2019. Además, se espera que este número siga creciendo en los próximos años.
Además, las energías renovables pueden mejorar la seguridad energética al reducir la dependencia de las importaciones de combustibles fósiles y diversificar la matriz energética de un país. Esto reduce la vulnerabilidad a los precios volátiles del petróleo y el gas. Esto también promueve la independencia energética y la estabilidad a largo plazo.
A nivel social, la transición energética puede mejorar la calidad del aire y del agua al reducir la contaminación causada por la quema de combustibles fósiles. Esto beneficia la salud pública y el bienestar de las comunidades locales, especialmente aquellas ubicadas cerca de centrales eléctricas y zonas industriales.
A pesar de estos beneficios, la transición energética presenta desafíos significativos. Requiere inversiones sustanciales en infraestructura y tecnología, así como cambios en las políticas y regulaciones gubernamentales. Además, la transición debe ser justa y equitativa, asegurando que nadie se quede atrás en este proceso de cambio hacia un futuro más sostenible.
Sin embargo, la transición energética presenta desafíos significativos. Uno de los mayores desafíos es el problema de las centrales térmicas de carbón es que son una fuente importante de emisiones de gases de efecto invernadero. Estas centrales representan un obstáculo para la transición hacia un sistema energético más sostenible. Su eliminación gradual es esencial para alcanzar los objetivos climáticos globales.
Para abordar este problema se estan estableciendo objetivos. Uno de estos,muestra el progreso tangible hacia la transición energética a nivel global. Los ministros de Medio Ambiente y Clima del G7 han acordado eliminar gradualmente la energía producida en centrales térmicas de carbón durante la próxima década. Esto fue anunciado por el Ministro de Energía del Reino Unido, Andrew Bowie, durante una reunión ministerial en Turín, Italia.
Este acuerdo es considerado “histórico” y representa un avance significativo en comparación con las negociaciones anteriores en conferencias climáticas internacionales. El compromiso de eliminar gradualmente el carbón en la primera mitad de la década de 2030 marca un hito en la lucha contra el cambio climático. Ya que en la COP28 del año anterior en Dubái no se logró un acuerdo similar. La importancia de este pacto radica en que las economías avanzadas del G7 se han comprometido con un objetivo común. Este quiere reducir el uso de carbono en la generación de electricidad.
Este compromiso no solo tiene implicaciones ambientales, sino también económicas y geopolíticas, ya que influirá en las economías asiáticas, particularmente en Japón, China e India. Este ejemplo demuestra cómo las acciones concertadas a nivel internacional pueden conducir a avances significativos en la transición. Esto nos puede llevar hacia un sistema energético más sostenible y menos dependiente de los combustibles fósiles. Además, muestra que el consenso y la cooperación entre las naciones son fundamentales para abordar el desafío del cambio climático de manera efectiva.